Hace unos días tuve una interesante reunión en una productora de TV. La socia, una mujer con una sonrisa perenne enmarcada en rojo y a la que no veía desde 2005, me hablaba con respeto y escuchaba con atención. Esto ya sería reseñable, pero sigamos, que hay más.
A pesar de que la última vez que me vio yo era una adolescente con un pelo imposible -pelo que ahora, misteriosamente, ha vuelto a estar de moda- parecía haber asumido con cierta rapidez que los años pasan, y me miraba como a una adulta, perdonándome lo de las mechas y toda esa movida capilar tan desagradable de la última vez. A mí aún me cuesta verme así -adulta, digo- pero disimulé y seguimos charlando.
Después de mucho hablar, de presentarme a todo el equipo y enseñarme las instalaciones, ya sentadas en una terraza tan roja como sus labios, me suelta un:
“¿Y tú, qué quieres hacer?”
Tomé aire encogiéndome de hombros y…
—¿Yo? Trabajar en proyectos interesantes que no den vergüenza, ganarme bien la vida, no llegar a casa destruida emocionalmente sin ni siquiera ganas de jugar con mi hijo y no remar en barcos con gilipollas al timón.
Mierda, oversharing, lo he vuelto a hacer. Demasiado subtexto.
Interrumpió mi pensamiento con su risa. Se reía y asentía como quien sabe PERFECTAMENTE de lo que estás hablando, y siguió escuchando. Creo que ese desparrame de sinceridad le gustó.
Salí de esas oficinas contenta. Felizmente adulta. Una de esas adultas que ya están en el punto en que les preguntas algo personal y/o comprometido y responden con una temeraria sinceridad sin importarles demasiado el juicio ajeno. Incluso si de él dependen unas cuantas facturas.
Una de esas adultas que, si el frutero se pasa con el precio del mango, se lo dice y se queda tan ancha. La misma que no necesita excusa para pimplarse un bloody mary un miércoles a las once. Que estoy hecha una SEÑORA, vamos.
Ese “¿Y tú, qué quieres?” se quedó suspendido en el aire todo el día. Tengo muchas respuestas, todas ellas válidas, según lo que haya en la cuenta corriente o dependiendo de la fase hormonal en la que me encuentre.
«¿Dónde estás ahora, Leos Carax?» Esa fue la pregunta que el Centro Pompidou planteó al director para una exposición que no llegó a realizarse. Leos respondió con un mediometraje de 45 minutos que es un collage, un autorretrato poético IT’S NOT ME. Leos responde irónico, anárquico, sin normas… se abre en canal, haciendo alarde de eso tan suyo.
A los que no somos leyendas del cine ni nada parecido, nadie al que no paguemos para escudriñar nuestra psique nos pregunta nada parecido. Por eso me gustó que, por una vez, viniera de fuera semejante interrogante.
Yo sí me lo pregunto a mí misma a menudo. Mucho. Demasiado.
De hecho, si autoanalizarse, sobrepensarse y estar escuchándose todo el día diera dinero, os estaría escribiendo desde mi yate de cuatro plantas, surcando las Islas Caimán y con todas las piezas dentales de oro.
Es imposible contestar a “¿qué quieres?” sin pasar por lo que eres, por lo que has vivido y te ha ido definiendo. Así que esta pregunta lleva a una especie de autorretrato, a unas memorias, a un recap. Un status, que dicen ahora en las oficinas todo el rato. Asap también lo dicen. Qué pesados.
Infinidad de motivos pueden llevarte a hacerte un autorretrato, aunque estoy segura de que todos convergen en un punto terpéutico.
Siete personas y sus autorretratos.
CINDY SHERMAN A pesar de que en la mayoría de sus fotografías aparece ella misma, no las considera autorretratos.
Sus fotos, absolutamente producidas, son críticas, sublimes y grotescas. A veces es imposible reconocerla. Ni ella misma lo hace, dice, reforzando la idea de que la identidad está siempre en construcción y es fluida.
Tuve la oportunidad de ver su obra en Oporto, en el Museo Serralves. Era un día entre semana y llovía. El vigilante, nosotros y Cindy en grandísimo formato. Ella electrifica, excita e incomoda. Cindy haciendo su magia.
LEONORA CARRINGTON. Cargada siempre de simbología fue una mujer que trabajó la pintura, el textil, al grabado, la palabra, la joyería, la escultura y el teatro.
Me encanta su obra pictórica pero reconozco que me da ansiedad asomarme a su alma. No gozaba de una estabilidad emocional y mental envidiable. Prueba o consecuencia de ello es que tuvo su correspondiente historia de amor con Max Ernst. “Max Julio iglesias Ernst”, se enrolló y dejó medio cucú a toda una generación de mujeres maravillosas y excéntricas. Te has librado de él por lo pelos. De hecho, no descartes ser bisnieta de Ernst. Otro esfuerzo para separar el autor de la obra. Qué cansado es todo esto, de verdad.
RENÉ MAGRITTE, En esta ocasión, nada que decir. Esa obsesión por buscar "el significado" oculto de las obras, empobrece la experiencia estética. Es una liberación tremenda aprender a mirar así. A mí me enseñó Susan Sontag, En contra de la interpretación. Este ensayo es un oráculo que siempre anda cerca y con el que he aprendido a mirar mucho más que arte y literatura.
⚠️ Cuenta la leyenda que si eres una chica cultureta y no nombras a Susan Sontag cada tres entregas de tu newsletter, una jovencita muy especial, y madura para su edad, de Portland se da de baja de Substack. Y no queremos eso, ¿verdad?
ALBERTO GARCIA-ALIX. ¿Qué será eso del lado femenino? Quién sabe. Parece que Alberto no le tiene ningún miedo.
MARUJA MALLO. Ella es fuente de inspiración inagotable. Estuvo en absolutamente todos los “fregaos” de la época, compartió mesa con los pensadores y artistas más influyentes del momento, pero —oh, sorpresa— aparece tímidamente en los libros.
Lo de “tímidamente” es algo que horrorizaría a Maruja. Ella misma era una obra de arte excesiva y excéntrica . Este autorretrato se da en Chile, durante su exilio. Pablo Neruda la ayuda a “vestirse” con algas. Siempre rodeada de talentosísimos señoros, ella.
JACK VETTRIANO. Hace un mes escaso que Jack, el artista, apareció muerto en su piso de Niza. En su web anunciaron el deceso con este autorretrato, El Peso. No hay más preguntas, señoría.
Bueno, sí, una: ¿En Francia la campaña de la renta también es ahora?.
Éramos unos niños, de Patti Smith. Es un libro de memorias, sí, pero profundamente introspectivo, así que yo digo que es un autorretrato literario y que venga Patti a discutirlo. ¿Te imaginas? Qué honor.
En casi todas las ediciones, ella comparte portada con Mapplethorpe. Si conoces su historia, tiene todo el sentido que en su autorretrato aparezcan dos personas. A estas alturas de mis memorias, yo también compartiría portada. Amar tanto te redefine. Las almas, a veces, se adhieren unas a otras. Como los plastiquitos que se supone que separan las lonchas de jamón. Jamás disolverás esa unión.
No solo cuenta su historia, sino que aporta un visión detallada de cómo se construyó su identidad y su arte. Ella, literariamente también una voz que va a vivir para siempre. Patti, en mi cabeza, siempre será la persona más joven del mundo. No sé como explicarlo.
¿Me he hecho un autorretrato? Estuve a punto, pero me dio vértigo. Bueno, dejemos de hablar de mí. ¿Tú, qué quieres?
Plastic ham glue forever
Esos malditos camastros nos convierten en esclavos. Pero oye, qué no daría yo por un buen camastro de esos de vez en cuando.